Los vinos de Jerez, han marcado no solo a los enófilos o a los grandes conocedores de la cultura del vino, estos vinos fortificados provenientes de Cádiz también han dejado huella en magnos representantes de la poesía, música y escultura de nivel internacional e histórico, quienes una vez que han probado los mostos criados bajo su enigmático Velo de Flor o la continua exposición al ambiente, quedan deslumbrados por los aromas y sabores de los vinos más famosos de Andalucía y lo transmiten de forma poética en sus distintas manifestaciones de arte.
A continuación revelamos algunas de estas declaraciones y acotaciones de los grandes artistas que plasman sus elogios por los Jereces.
Lord Byron (1788- 1824)
Después de un viaje de placer a Jerez en el año de 1809. En carta a su madre el 11 de agosto da cuenta de lo más curioso de su estancia en la ciudad: “At Xeres, where the sherry we drink is made”
Benito Pérez Galdós (1843-1920)
Novelista, dramaturgo y cronista español, quién en su cuento “Theros” narra su llegada en tren a la ciudad de Cádiz y comenta: “Llevabale sin duda el exquisito olor de las jerezanas
bodegas, que más cerca estaban a cada minuto, y por último la maquinaria dio resoplidos estrepitosos, husmeó el aire, cual quisiera oler el zumo almacenado entre las cercanas paredes y se detuvo”.
Washington Irving (1763-1859)
Escritor Estadounidense y autor de “Cuentos de la Alhambra” (1832). En 1828, durante una de sus estancias en Andalucía escribió en su diario: “Let me live so long as to drink all this wine and be always so merry as it can make me”
Theophile Gautier (1811-1872)
Escritor francés, quién en su libro “Voyage en Espagne” (1845) escribiría: “Marchamos por avenidas de toneles colocados en cuatro o cinco filas superpuestas. Tuvimos que probar todo aquello, por lo menos de las clases principales, de las que hay infinitas”.
Alexandre Dumas (1802-1870)
Escritor francés, en su en su libro “De París a Cádiz” (1846) hace referencia en una de las escenas de la novela: “Después de un estudio tan completo acerca de la enología jerezana, lo difícil era volver a nuestro coche con una rectitud suficientemente majestuosa como para no comprometer a Francia respecto a España. Era un cuestión de amor propio internacional: caer o no caer”
Hans Christian Andersen (1895-1875)
Escritor Danés, en su su libro “Viaje por España” (1863). Dice: “…el único lugar cercano que nos propusieron como digno de ser visitado fue Jerez de la Frontera; pero no para admirar sus iglesias o monumentos históricos, sino para ver sus bodegas y probar la ricura de sus vinos”.
Blasco Ibáñez (1867-1928)
Escritor, periodista y político español en su novela “La bodega” (1905) se puede leer la siguiente frase: “Es, a la vez, un estimulante y un sedante, excelentes condiciones que no se encuentran reunidos en ningún producto que al mismo tiempo sea, como el Jerez, grato al paladar y a la vista”.
Edgar Allan Poe (1809-1849)
Escritor y poeta estadounidense, sin duda, su gran aporte a la cultura del vino jerezano fue su libro “El Barril de Amontillado” (1846). En la historia de venganza y crueldad, hace muchas referencias a este producto único de la tipología de los vinos de Jerez
Son muchos poemas, cuentos, ensayos y novelas que inspirados por los vinos del Marco de Jerez transmiten al lector sus características y sin duda la referencia más famosa es la del escritor inglés Willam Shakespeare (1564-1616) cuya frase final del famoso monólogo de la obra “Henry IV” (1597), con la que el personaje de Fasltaff alienta al príncipe Harry antes de la batalla dice: “Un buen jerez produce un doble efecto: se sube a la cabeza y te seca todos los humores estúpidos, torpes y espesos que la ocupan, volviéndola aguda, despierta, inventiva, y llenándola de imágenes vivas, ardientes, deleitosas, que, llevadas a la voz, a la lengua (que les da vida), se vuelven felices ocurrencias. La segunda propiedad de un buen jerez es que calienta la sangre, la cual, antes fría e inmóvil, dejaba los hígados blancos y pálidos, señal de apocamiento y cobardía. Pero el jerez la calienta y la hace correr de las entrañas a las extremidades. Ilumina la cara que, como un faro, llama a las armas al resto de este pequeño reino que es el hombre, y entonces los súbditos viles y los pequeños fluidos interiores pasan revista ante su capitán, el corazón, que reforzado y entonado con su séquito, emprende cualquier hazaña. Y esta valentía viene del jerez, pues la destreza con las armas no es nada sin el jerez (que es lo que la acciona), y la teoría, tan sólo un montón de oro guardado por el diablo, hasta que el jerez la pone en práctica y en uso. De ahí que el príncipe Enrique sea tan valiente, pues la sangre fría que por naturaleza heredó de su padre, cual tierra yerma, árida y estéril, la ha abonado, arado y cultivado con tesón admirable bebiendo tanto y tan buen jerez fecundador que se ha vuelto ardiente y valeroso. Si mil hijos tuviera el primer principio humano que les enseñaría sería de abjurar de toda bebida insípida y dedicarse por entero al jerez”.